El concepto transformación digital remite directamente a las TIC, sin embargo, está claro que va más allá de lo tecnológico. ¿Qué factores económicos y sociales están implicados en esta transformación?

En primer lugar, se tiene que distinguir entre la digitalización y la transformación digital. Digitalización es el proceso de adopción de una tecnología por una persona o una organización. La transformación digital es algo mucho más profundo. No se trata solo de digitalizar el mundo analógico, sino de un proceso que produce cambios estructurales. 

Desde un punto de vista económico, este proceso pone en cuestión la dinámica de la oferta y la demanda y el papel de la empresa como elemento óptimo para dar respuesta a esta dinámica. Estamos viendo la emergencia de nuevos ecosistemas empresariales. Por ejemplo, cuando antes se pensaba en la automoción venía a la mente la imagen de la cadena de producción. Ahora dentro de este sector aparecen empresas de servicios, como Uber, que ni fabrican coches ni tienen intención de hacerlo. 

Por otra parte, el trabajo está experimentando un cambio hacia nuevas formas de relación entre empresas y trabajadores, entre profesionales, y también entre empresas. Para añadir más complejidad, se trata de una economía que cada vez es capaz de generar mayor PIB sin crear nuevos puestos de trabajo, debido a la automatización.

Este nuevo esquema laboral se halla en plena construcción, y aún no está completamente definido, pero empezamos a ver sus características y sobre todo los retos que plantea. Como, por ejemplo, qué hacer con la población que debido a la automatización quedará fuera del mercado laboral. En definitiva, como ha ocurrido en todas las revoluciones industriales, nos veremos en la imperiosa necesidad de establecer un nuevo contrato social.

En cualquier caso, todavía no podemos vislumbrar qué tipo de sociedad emergerá de esta transformación.

Así es. Y esto se debe a que las revoluciones industriales tienen tres etapas, la tecnocéntrica, la econonomicéntrica y la socialcéntrica. En el caso de la revolución digital la primera etapa ya ha terminado. Estamos en la segunda fase donde estamos viendo cuáles serán las consecuencias económicas del proceso. En cambio, en el espacio social y cultural, que correspondería a la tercera fase, los efectos no son claros y, como es el más humano, es también el que genera más dudas, incertidumbre y angustias. 

En esta última etapa hará falta un cambio cultural como en el que en su día generaron figuras como Marx, Nietzsche o Freud al cuestionar muchas creencias arraigadas. Hay pensadores que han captado el sentido de los nuevos tiempos, como Zygmunt Bauman, con su concepto de “sociedad líquida”. Pero hace falta todavía mucha más reflexión en esta línea. Estamos en un proceso abierto.

Quizás debido a la incertidumbre y a la angustia que citaba, algunas empresas son reticentes a iniciar su transformación digital. Aducen razones como falta de presupuesto, de capacidad. Hablan de limitaciones en la formación del personal y de la existencia de otras prioridades. ¿Son razones fundamentadas o excusas?

Son excusas. Si hacemos un pequeño ejercicio de proyectar como será nuestra vida en 2030, estoy convencido que todos imaginaremos un mundo diferente con un grado de digitalización muy elevado que abarca la compra, el entretenimiento e incluso las relaciones sociales. Si esto es así, en la dimensión personal, qué no ocurrirá en la profesional. 

Aquel empresario que crea que su empresa será igual dentro de 10 años, si no empieza a analizar el impacto de esta transformación que se está produciendo, cometerá un error importante y pondrá seriamente en riesgo la vida de su propia compañía.

Un plan de transformación digital es básicamente un cambio de la cultura de la compañía

Es verdad que el mundo del pasado no desaparecerá totalmente y puede que algunas empresas todavía sigan en él. Pero la cuestión fundamental es si tendrán cuota de mercado suficiente para sobrevivir moviéndose en los antiguos parámetros. 

¿Está sobrevalorado el papel del liderazgo para ejercer de catalizador en un proceso como la transformación digital? ¿Cuál es su papel y su poder real?

Cuando el camino es incierto, el liderazgo suele construir una cartografía y, acertada o no, esta genera una visión que permite moverse en una determinada dirección. En los momentos embrionarios de un proceso de transformación se ha comprobado que los grandes liderazgos han sido capaces de crear grandes proyectos empresariales con una gran ventaja competitiva, y así ha sucedido en el inicio de la era digital. Pero esto es circunstancial. Cuando la madurez digital llegue a todas las cadenas de valor, el liderazgo tendrá un rol menos importante. No será tan necesaria una cartografía porque será más fácil saber camino hay que tomar. 

Si preguntamos el nombre de fundadores de empresas tecnológicas, casi todo el mundo es capaz de citar unos cuantos. Si hacemos lo mismo con el nombre del director general de Coca Cola o de General Motors, casi nadie los conoce. ¿Significa que estas empresas tienen líderes mediocres? De ninguna manera. Lo que ocurre es que su modelo de negocio es tan maduro, tan consolidado, que no necesitan líderes relevantes, sino simplemente ejecutivos que tomen las decisiones correctas. Tesla precisa de un líder como Elon Musk, Coca Cola, no. Musk tiene que generar confianza y adhesión a un proyecto innovador en un sector todavía en definición.

¿Qué pasos debería dar toda organización que quiera culminar una transformación digital con éxito y qué errores debería evitar?

Primero, escoger un proyecto que no sea ni demasiado grande ni demasiado pequeño, o lo que es lo mismo, que no sea ni demasiado importante o demasiado irrelevante para la compañía. Luego, seleccionar un grupo de personas de la empresa que presenten un potencial para sacar adelante dicho proyecto. A continuación, asignar el proyecto directamente el consejero delegado y mirar que el presupuesto no perjudique a la compañía. Una vez quede demostrado que este proyecto funciona y se convierte en un caso de éxito, la empresa está preparada para pasar a la segunda etapa que consiste en realizar un plan de transformación digital. El gran error consiste en empezar con este plan. 

Un plan de transformación digital es básicamente un cambio de la cultura de la compañía y un cambio cultural no se puede imponer. Los cambios culturales por decreto fracasan.

La cuestión digital, igual que ocurrió antes con el tema ambiental, es interpretada por algunas empresas como una tendencia, como una moda, y entonces tratan de aparentar una cierta voluntad de ser digitales, igual que antes muchas compañías trataban de ser verdes. Lo cierto es que la transformación digital no es nada superficial ni transitorio, sino profundo y permanente. A pesar de ello, muchos planes se basan en esta percepción equivocada con lo cual no van a ninguna parte.