Desde el 20 de septiembre, la descarga de las aplicaciones TikTok y WeChat estaría prohibida en EEUU en cualquier plataforma digital si no fuera por la intervención a última hora de una juez de California, ante la falta de pruebas concluyentes de supuesto espionaje en favor de China. TikTok, una atractiva app para los adolescentes, acumula datos de millones de americanos.

TikTok tiene todos los ingredientes de la épica emprendedora contemporánea, y de la nueva guerra fría: su fundador, Zhang Yiming (considerado el Zuckerberg chino) ideó una aplicación de tecnología de consumo masivo. Una idea casi absurda, creada por un joven genio de la tecnología: un programa que permitía grabar y distribuir vídeos domésticos cortos para la diversión de los adolescentes, que se convirtió en el unicornio de mayor valor de la historia: 140 billones de dólares, tres veces más que Space X.

Pero la aplicación no solo está instalada en móviles de niños o adolescentes. También en dispositivos corporativos (Wells Fargo pidió a sus empleados que la desinstalaran de sus terminales corporativos), en móviles de funcionarios de la administración, o de personal militar. La app es una de las más descargadas de plataformas como la Apple Store. Y existen dudas de que esa aplicación no vaya más allá de la edición y distribución de vídeos de jóvenes ociosos.


TikTok tiene todos los ingredientes de la épica emprendedora contemporánea, y de la nueva guerra fría (Foto: Mehaniq/Twenty20)

Según la inteligencia americana, TikTok acumula información de localización, e información gráfica que es tratada con algoritmos de inteligencia artificial para determinar hábitos de comportamiento, datos biométricos y perfiles psicológicos. Formalmente, y pese a las buenas palabras y a la teórica separación de los servidores informáticos y ubicación de los datos fuera de China, ByteDance (compañía madre de TikTok) no puede negarse a proporcionar esos datos al gobierno chino, si éste se los requiere. La Ley de Seguridad de Internet vigente en China así lo exige.

El problema es extraordinariamente complejo, y se presta a análisis desde múltiples perspectivas, en las que confluyen la creciente influencia económica de las plataformas digitales en el escenario global, la capacidad específica de modificar comportamientos de consumo y voto a través de las redes sociales, la crisis de la democracia americana en un momento de extrema tensión social, y la emergencia de China como nueva superpotencia.

El denominador común de todo ello: una disrupción tecnológica sin precedentes, que debilita viejos líderes, refuerza autocracias, fractura el mundo en bloques geopolíticos, extiende la desigualdad y tensiona las sociedades democráticas.

Formalmente, y pese a las buenas palabras, ByteDance no puede negarse a proporcionar datos al gobierno chino, si éste se los requiere


Parte del problema parece haberse solucionado a través de Oracle, que ha aceptado convertirse en socio tecnológico de la aplicación china, con misión de control y supervisión sobre los datos de la misma. Walmart también entra en la operación, identificando en TikTok un inmenso canal de venta. Microsoft fue instada a explorar la compra de Tik-Tok. Pero TikTok se negó a avanzar en esa operación, prefiriendo conversaciones con Oracle.

La empresa de Bill Gates parece que goza de la confianza de la administración Trump en materia de ciberseguridad. No en vano, Microsoft ha ganado recientemente un gran contrato de 10 billones de dólares (denominado JEDI: Joint Enterprise Defense Infraestructure) cuyo objetivo es el diseño y el despliegue de arquitectura cloud de última generación para el Pentágono. Buena parte de la seguridad informática del mismo, pues, será gestionada por Microsoft.


Aunque en la polémica se entremezcla otra inquietante esfera de debate: el uso de las redes sociales para la sensibilización política de sus usuarios y el control de los datos masivos de consumo. ¿Hay una guerra soterrada para hacer prevalecer redes sociales americanas, un negocio estratégico y multimillonario? O, ¿es TikTok una aplicación anti-Trump? Mientras Facebook parece más amigable para la administración americana, a través de TikTok han corrido contenidos de sátira y crítica del presidente americano.

No podemos olvidar el antecedente de Cambridge Analytica, empresa que utilizó millones de perfiles de votantes norteamericanos, cedidos por Facebook, para determinar posibles indecisos e inyectarles material político digital para inclinar su voto a favor de Trump. O el posible uso de Facebook para la distribución de material de desestabilización procedente del Kremlin.

Desinformación, fake news, ciberseguridad y guerra fría: un cóctel explosivo a las puertas de unas nuevas elecciones presidenciales en un momento de extrema tensión social en las calles de EEUU, donde convergen manifestantes indignados por conflictos raciales, clases medias abocadas a la pobreza por la desindustrialización, legiones de homeless desahuciados y paramilitares armados.

Desinformación, fake news, ciberseguridad y guerra fría: un cóctel explosivo a las puertas de unas nuevas elecciones presidenciales

En este contexto, surge un nuevo frente legal, relativo a la influencia política en la globalización tecnológica: ¿Puede el presidente americano ordenar, mediante orden ejecutiva, a una empresa extranjera como ByteDance, la venta de su filial americana a una empresa americana en 90 días, como así hizo Trump? Si no puede, ¿cómo competir asimétricamente contra China, que ha vetado Facebook o Google en su territorio?

Por otro lado, en caso de escisión y toma de control de la aplicación por una empresa como Microsoft u Oracle, ¿cómo se escinde una compañía digital en dos? ¿Se puede partir un algoritmo de inteligencia artificial, "core" con la capacidad adictiva de TikTok? Pese a un turbio pasado (TikTok fue acusado de vetar explícitamente contenido contrario al gobierno chino, como el relativo a los acontecimientos de Tiananmen, o de acumular datos de menores), y a supuestos flanqueos tecnológicos deliberados en los sistemas de protección de plataformas como Android (Google) detectados por el Wall Street Journal, la empresa se resiste a las acusaciones de espionaje, y asegura cumplir todas las leyes de seguridad y protección de datos.

TikTok es un apasionante episodio más en la guerra fría digital que se está gestando entre EEUU y China. La nueva guerra de las galaxias tecnológica se dirimirá en el cloud y en los microprocesadores instalados de forma ubicua en nuestro entorno doméstico.

Douyin, la versión china original de la aplicación TikTok, se desarrolló solo en 200 días, y en un año acumulaba 100 millones de usuarios. Es la versión moderna de la blitzkrieg: guerra relámpago sostenida por métodos de prototipado y desarrollo rápido de startups. Hoy, no se lanzan paracaidistas tras las líneas enemigas. Las infiltraciones hoy parecen realizarse a través de simples (casi absurdas) aplicaciones digitales. ¿Es TikTok una suerte de caballo de Troya tras las líneas estadounidenses? TikTok es producto de un inteligente marketing de alta tecnología: vídeos cortos con efectos especiales, propagados viralmente por el canal más rápido del mundo: el canal adolescente.

La nueva guerra de las galaxias tecnológica se dirimirá en el cloud y en los microprocesadores instalados de forma ubicua en nuestro entorno doméstico

Aplicaciones de gran consumo susceptibles (quizá) de captar información estratégica, o de hackear nodos neurálgicos de comunicaciones y toma de decisiones. La batalla de la ciberseguridad no es banal: ¿nos imaginamos el efecto de un hackeo masivo de nuestros sistemas de comunicaciones y nuestros dispositivos de uso personal –desde aeropuertos a automóviles, desde computadores hasta marcapasos– por una potencia extranjera?

La secuencia de prohibiciones a tecnología china, como el episodio de Huawei y su control de las redes 5G, o TikTok y su penetración masiva en hogares norteamericanos va en esa dirección. Forma parte de un relato cuyo desenlace tardaremos en conocer, en un momento en que el espacio aéreo de Taiwán se recalienta peligrosamente, con presencia creciente de aviones chinos; y en que se recrudece la guerra por el control de los microprocesadores, piedra angular de la economía digital, con la compra de ARM, joya de la corona tecnológica británica por la americana NVIDIA.

El mundo se mueve mucho más rápido de lo que nos podemos imaginar. Y nada es lo que parece. Acumular datos es acumular poder. Y hoy solo acumulan datos las grandes corporaciones digitales y los estados autocráticos, según el analista Robert Spalding, autor del libro Stealth war. ¿Qué pasa cuando las corporaciones digitales están en manos de estados autocráticos? Poder, mentiras y cintas de vídeo en el nuevo mundo fracturado cuyos protagonistas son Trump, Xi Jimping, y el miedo instalado en las viejas democracias liberales.