La sesión ha abordado la transición energética desde tres miradas complementarias. La primera ha sido la del Catedrático de la Universidad de Barcelona y Director de la Cátedra Transición Energética Fundación REPSOL UB, Mariano Marzo, quién ha situado el tema en toda su complejidad y dimensión histórica.

La segunda ha ido a cargo del presidente de Suma Capital, Enrique Tombas, y ha permitido entender la transición energética como una oportunidad beneficiosa para la economía y la sociedad. 

Finalmente, el product manager de aplicaciones de Hidrógeno de Carburos Metálicos Air product, Carles Pallé, ha aportado una visión más específica, centrándose en el papel del hidrógeno en el proceso de transición energética.

FACTORES IMPLICADOS EN LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA

Para comprender el sentido de la transición energética, primero hay que conocer los factores que configuran el actual modelo energético. “Se trata de un modelo basado en combustibles fósiles donde hay una relación directa entre el crecimiento económico las emisiones de CO2 causantes del cambio climático”, ha explicado Mariano Marzo.

La vinculación entre el crecimiento y las emisiones causantes del cambio climático son muy evidentes, precisamente uno de los efectos de la pandemia ha sido la caída de estas emisiones. Este patrón se comportamiento se ha podido visualizar en otros momentos históricos como la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial.

La intensidad de carbono en el mix energético global, es decir en la energía que consumimos, todavía es muy elevada a pesar del aumento del peso de las renovables. En definitiva, a más crecimiento más emisiones. Por otra parte, la intensidad energética en el modelo actual también es muy elevada. Este concepto se refiere a la cantidad de energía consumida por cada unidad de riqueza creada, y es un indicador de eficiencia.

“Por todo ello uno de los grandes objetivos de la transición energética debe ser desacoplar el crecimiento económico y demográfico de un aumento de emisiones de CO2 y de gases de efecto invernadero”, ha destacado Mariano Marzo.

“La transición energética – ha añadido- consiste en avanzar hacia una economía y una forma de vida de baja intensidad energética y descarbonizada”. 

Para llegar a este objetivo hace falta trabajar en dos grandes campos, el tecnológico y el organizativo. En el primero hay que combinar tecnologías que promuevan una economía circular del CO2, como por ejemplo la captura y almacenamiento de carbono. “El CO2 debe pasar de residuo a recurso”, ha indicado Mariano Marzo. En la esfera organizativa debe realizarse un gran pacto entre todos los stakeholders (gobiernos, empresas, sociedad civil) para articular el cambio a nivel social. 


UNA TRANSICIÓN A DISTINTAS VELOCIDADES

Según Mariano Marzo, son tantos los factores implicados que la tarea de impulsar la transición energética es “de una enorme complejidad”. Para este experto, “es un cambio sin precedentes en la historia y que en cierto modo se puede calificar de revolucionario”.

Sin embargo, frente a la dificultad surgen aspectos favorables. El primero es que la idea de la transición energética cuenta con una amplia aceptación social y con el apoyo (en diferentes niveles) de diversos gobiernos. En general, no se contempla ya como una opción sino como una tendencia irreversible. En segundo lugar, pero no menos importante, la presión del cambio climático y la necesidad de cumplir con los Acuerdos de París también juegan a favor de esta aceptación.

Para Mariano Marzo la transición energética se producirá irremediablemente “pero a distintas velocidades en distintos lugares del mundo”. Las economías emergentes todavía priorizarán durante algunos años el crecimiento “business as usual” e irán más lentas, pero en las economías maduras, el proceso podría acelerarse.

La velocidad de la transición dependerá de qué inversiones en I+D+i se efectúen y de la existencia de una buena gobernanza del proceso. “Lo que es seguro es que habrá ganadores y perdedores”, asegura Mariano Marzo. Tampoco se puede descartar un impacto sobre la estabilidad económica y financiera y los equilibrios geopolíticos.

Aunque a priori, como se ha dicho, las economías maduras tienen ventaja a la hora de avanzar en la transición energética hay un factor que podría limitar esa ventaja: la disponibilidad de determinados recursos naturales relevantes para la tecnología. 

El ejemplo más claro en este sentido es el de Europa, bien posicionada en investigación y gobernanza, pero con un déficit en dichos recursos, tal como señala este informe de la Comisión. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el 75% de la manufactura global de células de ion litio se realiza en China. 

UNIÓN EUROPEA: UN MARCO FAVORABLE

Enrique Tombas ha coincidido con Mariano Marzo en señalar que la transición energética es muy importante para frenar la emergencia climática y ha completado esta idea ofreciendo algunos datos acerca de los graves problemas ambientales asociados al calentamiento global. “La transición energética es una realidad innegable”, ha afirmado.

La Unión Europea es un marco muy favorable al impulso de dicha transición. Enrique Tombas ha destacado que Bruselas no ha abandonado los objetivos climáticos a causa de la pandemia, “por el contrario mantiene claramente sus compromisos de reducción de emisiones”. 


Y no solo eso, sino que persiste en mantener como gran objetivo estratégico para la próxima década llevar a cabo el Green Deal, que incluye enormes inversiones en energías renovables, tecnologías de transporte y logística más limpias y renovaciones masivas de las infraestructuras. Se trata, en definitiva, de los elementos clave de la transición energética.

Según Enrique Tombas, “en la transición energética se percibe un cambio para generar valor para las comunidades, las compañías y los inversores”. Tres factores han ayudado a llegar contribuido a esta percepción: la emergencia climática; el compromiso climático de la UE que se traduce en un push regulatorio cada vez más evidente; y el hecho que las energías renovables sean más económicas que los combustibles fósiles.

BENEFICIOS PARA LA SOCIEDAD Y PARA LAS EMPRESAS

Enrique Tombas ha expuesto los múltiples beneficios que puede generar la transición energética. Por una parte, ha estimado que el sector de la energía será capaz de crear 40 millones de puestos de trabajo a nivel global gracias a la sustitución progresiva de las energías fósiles por energías renovables.

Un segundo aspecto es que la desaparición de las energías fósiles comportará una mejora de las condiciones de vida de la población con una disminución de las emisiones y de la contaminación, un menor riesgo climático, y una mayor seguridad y confort en los hogares, además de una disminución del coste energético (debido a la implementación de la eficiencia) y una mejora del acceso a la energía.

Los estudios económicos señalan que los consumidores cada vez valoran más adquirir productos y servicios a compañías sostenibles, lo que incluye la energía renovable. Para las empresas, las opciones energéticas más sostenibles redundan en una reducción de costes y en mayor productividad. 

Por otra parte, ha subrayado Enrique Tombas, “cada vez existe más financiación verde disponible y el número de inversores que buscan compañías que fomenten la transición energética crece”.

Finalmente, a lo largo de la última década los activos ESG (Environmental, Social and Governance) han mostrado resultados ligeramente superiores a los tradicionales. Si bien el mercado todavía no refleja todo el potencial económico de la transición energética, los activos ligados a la sostenibilidad tienden a revalorizarse frente aquellos que no tienen este componente.

POTENCIAL DEL HIDRÓGENO

Carles Pallé ha empezado su intervención recordando que “el hidrógeno es el elemento más abundante del universo” y como combustible “es susceptible de producir energía”. No es, por tanto, una fuente de energía primaria sino un vector energético. 

El hidrógeno puede producirse mediante procedimientos térmicos o procedimientos electroquímicos. “Lo que le convierte en valioso es que su producción es limpia y su utilización no produce gases de efecto invernadero sino tan solo vapor de agua”, según Carles Pallé. “Además puede ser almacenado en forma líquida o gaseosa y transportado de forma relativamente fácil y es igual de seguro que los combustibles fósiles”. 


Un aspecto muy relevante es el coste de su producción. Según Carles Pallé, “la viabilidad del hidrógeno se basa en conseguir economías de escala en plantas de gran volumen”.  El hidrógeno se puede obtener del agua (con la electrolisis) de la biomasa, y del amoníaco. 

También es posible hacerlo a partir de combustibles fósiles y da entonces como resultado el llamado hidrógeno gris –actualmente el que más se consume. En este caso se puede transformar este hidrógeno gris en un hidrógeno bajo en carbono si se consigue captar el CO2 producido en su fabricación y reutilizarlo. 

El hidrógeno tiene un gran potencial en diferentes ámbitos. Especialmente en la movilidad y el transporte, pero también en la industria, el uso doméstico, o la generación de electricidad. En este último ámbito el hidrógeno no jugará un papel principal -que sí tendrán las renovables- pero frente a las renovables, posee la ventaja de la estabilidad en el suministro. 

Pallé ha concluido su intervención planteando la pregunta de “¿Por qué ahora?”. La respuesta es que el momento para el hidrógeno es favorable debido, por una parte, a la necesidad de combatir el cambio climático. Por otra parte, los costes de producción del hidrógeno siguen un camino descendente y su eficiencia crece. Y, por último, la Unión Europea ha adoptado una hoja de ruta estratégica para apoyar este vector energético.